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P. Albert Joseph Pierre BRUNEAU
El cura de un pequeño pueblo
causó un escándalo y, eventualmente, un asesinato.
Por Max Haines - El Universal
Los padres de Albert
Bruneau eran campesinos honestos que se sentían encantados de que su
hijo pareciera propenso a propagar la palabra del señor.
El joven pálido y flaco
parecía un estudiante aplicado, pero, desafortunadamente, Albert tenía
otras cosas en mente.
En 1980, Albert se mudó a
un seminario en Mayenne para continuar con sus estudios. Ni bien se
acomodó con su rutina, una oleada de robos fue reportada por otros
estudiantes en el seminario. La investigación resultante llevó a la
expulsión de Albert.
Regresó a su hogar donde
sus padres le imploraron al cura de la parroquia para que intercediera
en nombre de su hijo. Como resultado, a Albert se le transfirió a Laval,
un pueblo apenas más grande, para continuar con su educación religiosa.
Eventualmente fue ordenado
y enviado al pueblo de Astille para ser el cura de la parroquia.
El Padre Bruneau descubrió
que el pueblo era un lugar placentero de día, pero excesivamente
aburrido cuando el sol se ponía. Pronto adquirió el hábito nocturno de
viajar a Laval, donde halló que los encantos de ciertas damas que se
paseaban por los prostíbulos locales eran mucho más satisfactorios que
el cumplimiento de sus tareas religiosas regulares.
Los rumores que se
expandieron por el pueblo no eran un ejemplo ideal para la juventud de
la parroquia. Uno de los hombres del pueblo, quien también se hallaba
comprando placeres, se topó con el cura en un prostíbulo. La reunión fue
un hecho embarazoso para ambos, pero peor para el Padre Bruneau, pues
marcó el punto de partida para su fin en Astille.
Debido a su reputación
desfavorable, el clérigo fue transferido a otro pequeño pueblo,
Entrames. Nuevamente el cura no pudo mantenerse alejado de los placeres
de Laval. Como en su lugar de trabajo anterior, se corrió el rumor de
que el hombre de Dios no podía sostener sus pantalones puestos.
Evidentemente, el buen Padre Bruneau se convirtió en cliente regular de
las casas de mala fama.
La propensión de Bruneau
por el sexo opuesto era bastante alarmante, pero no era el único hecho
que perturbaba a sus feligreses. Luego ocurrió el robo del cofre cerrado
con candado en la sacristía. Alguien había roto el candado y se había
llevado 600 francos del dinero de la parroquia.
Gracias a Dios, el Padre
Bruneau tuvo la visión de asegurar su lugar de vivienda. Poco después
de que se hiciera el seguro, el presbiterio se incendió. El Padre
Bruneau cobró una suma sustancial de la compañía aseguradora.
Parecía que todos estos
hechos sospechosos seguían al joven cura como una plaga. También estaba
el hecho ineludible de que no se llevaba bien con su superior, el ya
mayor Padre Fricot, con quien compartía la vivienda. Su sirviente,
Jeannette Charlou, frecuentemente informaba que debido a su conducta
‘non santa’, el Padre Bruneau era una decepción importante para el Padre
Fricot.
El 24 de enero de 1984, el
Padre Bruneau regresó de Laval, un poco borracho. Informó a su superior
que el mero pensamiento de entrenar a los niños del coro de la iglesia
le causaba náuseas. Los dos curas discutieron. Esa fue la última vez que
se vio al Padre Fricot. El ama de llaves, Jeannette, envió al hombre de
mantenimiento a realizar una búsqueda por el pueblo, pero no logró
localizar a los dos curas.
Más tarde, esa noche,
Jeannette se sintió aliviada cuando miró por la ventana y vio al Padre
Bruneau parado junto al cobertizo. Cuando entró y se retiró a su cuarto,
Jeannette fue hasta su puerta y le preguntó por el paradero del Padre
Fricot. Sólo obtuvo un duro: “Ha salido”.
Jeannette sirvió la cena al
Padre Bruneau. Estaba alarmada. El Padre Fricot nunca salía sin su
sombrero y su abrigo. A la mañana siguiente Jeannette dejó saber a los
pueblerinos que el cura había desaparecido. El Padre Bruneau dijo que el
hombre mayor había estado deprimido y podría haberse suicidado. Esta
teoría y sus ramificaciones religiosas no cayeron bien a los lugareños.
El Padre Fricot nunca haría una cosa semejante. Los pueblerinos
organizaron grupos de búsqueda. Finalmente registraron el área del
presbiterio y encontraron el cuerpo del cura desaparecido en un
manantial.
El Padre Fricot había sido
brutalmente golpeado en la cabeza, y había pocas dudas de que había sido
asesinado. El registro del cuarto del Padre Bruneau reveló un pañuelo
cubierto en sangre y otra ropa ensangrentada. Una gran suma de dinero
también fue descubierta. El cura no pudo explicar cómo obtuvo ese
dinero.
Lo más incriminatorio de
todo fue una llave descubierta por la policía en el cuarto del Padre
Bruneau. La llave cabía en la puerta de la florista, madame Bourdais,
quien había sido asesinada seis meses antes. Había sido acuchillada
repetidas veces. Una gran suma de dinero había sido robada a la mujer
asesinada.
El Padre Bruneau fue puesto
bajo custodia y se le inculpó con los asesinatos del Padre Fricot y
madame Bourdais.
El 9 de julio de 1894, el
juicio del Padre Bruneau por asesinato comenzó en Laval. Proveyó el
escándalo de la década en Francia.
Se revelaron detalles sobre
el asesinato del Padre Fricot. Evidentemente, el Padre Fricot fue
golpeado y luego lanzado al pozo. Sus pedidos de ayuda se oyeron durante
horas, pero los sonidos amortiguados no fueron reconocidos como los de
un hombre que lucha por su vida.
El Padre Bruneau oyó los
mismos gritos y fue el único que los reconoció por lo que eran. Salió
nuevamente a terminar de matar al cura anciano en el pozo. Se presentó
evidencia en el juicio que probó que el Padre Bruneau arrojó leños en el
pozo sobre el desventurado hombre. Cuando esto sólo sirvió para lastimar
más al Padre Fricot, tomó un largo palo y empujó al debilitado hombre
debajo del agua hasta que murió. Las manos del Padre Fricot estaban
horriblemente mutiladas por intentar salir del pozo escalando.
Como uno se puede imaginar,
los sentimientos en contra del Padre Bruneau eran muy altos en Laval, y
de hecho en toda Francia. Es un tributo a la justicia de los franceses
que hallaron dudas responsables y absolvieron al cura del asesinato de
madame Bourdais. De todas formas, el Padre Bruneau fue declarado
culpable de matar a su colega, el Padre Fricot.