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Juan
Fernando HERMOSA SUAREZ
La noche del operativo, el joven Juan Fernando
Hermosa estaba con unos amigos, y con su madre, una mujer enferma que
sufría de sordera.
Al darse cuenta del ingreso de la policía, Hermosa
usó su pistola de nueve milímetros. Sin embargo esto de nada valió,
puesto que la policía lo capturó junto con nueve jóvenes más, y dio
muerte a su madre, que quedó tendida en la cama, donde recibió los
disparos.
El joven Hermosa, que en un principio dijo ser mayor
de edad, antes de ser recluido en el Penal García Moreno pasó por varios
reformatorios, entre ellos el Hogar de Tránsito, de donde ya había
escapado con anterioridad.
Asimismo estuvo en el Instituto Virgilio Guerrero de
Quito, donde según afirman las autoridades, Juan Fernando conoció a sus
compañeros y compinches que lo acompañaron en las fechorías que realizó
la "Pandilla del Terror".
En los 22 juicios que se siguen contra Juan Carlos
Hermosa, se le acusa da haber dado muerte a 22 personas en el transcurso
de seis meses.
Juan Fernando Hermosa, Luis Anibal Quisphe y Milton
Robalino Velin, comprobaron ante los jueces competentes que eran menores
de edad y la autoridad ordenó su traslado al Hogar Virgilio Guerrero, de
donde fugaron dos de los jóvenes que fueron recapturados a las pocas
horas de la evasión al ser identificados por el propietario de un hotel
en donde tenían previsto esconderse.
En su última fuga asesinó a un policía
El 17 de junio de 1993 Juan Fernando Hermosa, Milton
Rabalino Velin, Luis Anibal Quisphe y 18 menores de edad, fugaron del
Instituto Virgilio Guerrero, a pesar de encontrarse bajo vigilancia del
personal de guías de dicho centro y de agentes de la OID de Pichincha.
La noche de la evasión los agentes Francisco Herberto
Acurio Salguero y Jorge Rodrigo Pillaza Tupiza, vigilaban la celda de
Juan Fernando Hermosa y su cómplice Milton Robalino. La celda de Luis
Anibal Quisphe estaba custodiada por el cabo Neptario Sailema Hurtado y
el Policía Sixto Rodolfo Vega Calero, quienes además, realizaban el
control externo del Instituto Virgilio Guerrero.
El cabo Neptario Sailema Hurtado intentó impedir la
fuga masiva y fue asesinado con cinco disparos hechos, según las
investigaciones y declaraciones de Luis Anibal Quisphe, por Juan
Fernando Hermosa.
"Acabamos con los taxistas. Comenzamos con los
camioneros y acabaremos con los agentes de la OID. Cuando salga los
mataré a ustedes también", fue la sentencia que Juan Fernando Hermosa y
su pandilla dejaron junto al cadáver de un camionero, asesinado en
Guangopolo, en la Vía a los Chillos.
Cuando, el Intendente de Policía de Sucumbíos, Carlos González y los
oficiales de la Oficina de Investigación del Delito de Sucumbíos
(OID-S), se dirigieron al lugar, hallaron el cadáver de un hombre joven
que vestía una camisa negra, pantalón concha de vino, interior blanco,
medias negras, zapatillas Reebock, color blanco con azul.
El rostro era irreconocible.
Además de un tiro en la frente, la cara estaba hundida y atravesada
por varios cortes de machete. El cuerpo presentaba huellas evidentes de
tortura: cortes en la espalda, las manos atadas en la espalda con
alambre galvanizado y orificios de balas de grueso calibre.
Los documentos hallados en una cartera café permitieron su
identificación: se trataba de Juan Fernando Hermosa (a) el "niño del
terror".
Según el jefe de la OID de Sucumbíos, mayor Carlos Merino, todos los
indicios en el cuerpo de la víctima: las manos atadas, los cortes de
machete, los disparos y los golpes, conducían a pensar en un "asesinato
por vendetta personal".
A un mes de su liberación, luego de cumplir una condena de
cuatro años, Juan Fernando Hermosa, quien tenía a su haber el
asesinato a sangre fría de 22 personas -taxistas y
homosexuales-, encontró una muerte horrenda.
La respuesta estaba en el Código del Menor. Cuando Hermosa
cometió los crímenes, las leyes establecían cuatro años como
pena máxima para los menores de 18 años.
"La condena de Hermosa, se realizó en estricto cumplimiento de
la ley", asegura el abogado penalista, Ernesto Albán Gómez.
"También su libertad", aseguró en enero pasado, el coronel
Luis Durán, jefe de la Oficina de Investigación del Delito de
Pichincha.
Sin embargo, la respuesta no parecía suficiente. ¿estaba
Hermosa en condiciones de ejercer su libertad?
En aquellos días, el padre capuchino José Antonio López
encargado del proyecto de rehabilitación exhibió una respuesta
evangélica:
"Nadie puede garantizar que Juan Fernando no cometa nuevos
crímenes. Sin embargo, el ha cumplido con la justicia y ahora
tiene derecho a pensar en su futuro", dijo el sacerdote y
confesor del "niño del terror". "Yo jamás leí su expediente.
No necesito. Le he dicho que me interesa el Juan Fernando de
hoy, no el del pasado. Ahí está su expediente, en mi
escritorio.
"Cuando salga, le daré un abrazo y mi bendición. El abrazo lo
podrá conservar para siempre. La bendición le servirá hasta
cuando él quiera", afirmó el sacerdote, empeñado en aquellos
días en garantizar la salida discreta de Hermosa.
Sin embargo, la respuesta evangélica dejaba también algunos
cabos sueltos.
Durante su prisión, Hermosa no fue sometido a ningún tipo de
rehabilitación, relata fray Rolando Cuentas, director del
Instituto Virgilio Guerrero.
Por una solicitud expresa de la Policía, Hermosa permanecía
aislado de los demás internos del centro, bajo la vigilancia
permanente de agentes de la OID. El único contacto que
mantenía era con su amigo y cómplice, Luis Quishpe, con su
padre y con su confesor.
Sin embargo, ¿podía una pena mayor garantizar la vida de
Hermosa?
Fray Rolando Cuentas, quien calificó a Hermosa, como una
persona con tendencias psicopáticas, asegura que con el
descrédito del sistema judicial y de rehabilitación, "no hay
sentencia que borre la ofensa.
La misma opinión es compartida por el penalista Albán Gómez,
quien asegura que el supuesto ajusticiamiento revela la falta
de legitimidad de la justicia ecuatoriana.
Las últimas horas de Hermosa
La presencia del líder de la tristemente célebre "pandilla del
terror" era un secreto a voces en la ciudad de Nueva Loja,
donde acostumbraba a pasear algunos fines de semana.
Hermosa habría llegado a la provincia de Sucumbíos el 20 de
enero pasado, luego de su liberación. Llegaba a vivir bajo la
protección de su padre, que tenía una propiedad en Sacha,
población cercana a Shushufindi.
Hay quienes aseguran que visitaba con frecuencia discotecas y
prostíbulos, de La Joya, los Sachas, Coca y Nueva Loja.
El padre, Rolando Cuentas, director del Instituto Virgilio
Guerrero, asegura que Luis Fernando también fue visto en
Quito.
La licenciada Bustos, que le conoció en el Instituto, asegura
que en el feriado de Carnaval, durante una visita que hizo a
Lago Agrio, vio a Hermosa caminar a solas por el parque
central, en medio del vaho de calor del pavimento. "La gente
comentaba el hecho con terror".
"La Policía le tenía bajo vigilancia por cualquier cosa",
señala Zurita. Sobre todo después de los dos asesinatos que
tuvieron lugar en la zona: el de un taxista y el de un
guardián; y tras los asaltos a la cooperativa Baños y a la
Garay.
LA MUERTE LE LLEGO A LOS 20
Dentro de las primeras diligencias realizadas por la OID-S,
se determinó que Juan Fernando Hermosa salió de la casa de
su padre, ubicada en Sacha, el lunes en la tarde.
Según informó el jefe de la OID-S, a medianoche del mismo día,
lo habrían visto en diferentes bares de Nueva Loja. Desde
entonces no se lo volvió a ver hasta el miércoles en la tarde,
cuando el cadáver de Hermosa, identificado por su padre ayer
en la mañana, fue encontrado a orillas del Aguarico. Se
presume que el posible asesinato pudo haber ocurrido al
mediodía del miércoles.
Entre las pertenencias de Hermosa, se encontró una billetera
café que contenía un carnet estudiantil de la Unidad Educativa
de Pichincha "Educación a Distancia: Monseñor Leonidas
Proaño", con el nombre de Hermosa, la boleta de libertad
extendida por el Tribunal de Menores y un recorte de periódico
intitulado "El síndrome Hermosa en todo el país".
Varias fotografías de distintas mujeres, muchos números
telefónicos y unas seis a siete cartas de amor del año 93-94,
de cuando se encontraba recluido en el Instituto Virgilio
Guerrero, se encontraron junto a una partida de nacimiento.
Hermosa fue asesinado un día antes de cumplir los veinte años.
VIDA Y MUERTE DE HERMOSA
-En sus declaraciones Hermosa dijo que actuó bajo las órdenes
de un militar retirado, el general Joffre Lima, que buscaba
vengar la violación y muerte de su hija en manos de un
taxista.
-La justicia estableció que Hermosa mataba para robar. Las
causas psíquicas profundas, aquellas que se escondían en su
mirada enigmática o en la precisión de sus manos al disparar,
nunca llegaron a establecerse.
-En contra de Hermosa pesaban también dos intentos de fuga. En
la última, ocurrida el 17 de junio de 1993, asesinó al cabo
Neptalí Sailema, que intentó impedir su huida.
-Dentro de la cárcel, Hermosa había establecido su reino.
"Cría fama y échate a la cama", los jóvenes se allanaban a las
decisiones del llamado "Niño del Terror".
-La familia de Sailema nunca pudo establecer un proceso
judicial en contra de Hermosa, porque las leyes impiden el
establecimiento de dos procesos por el mismo delito.
-Juan Fernando Hermosa, a los dieciséis años fue acusado de
asesinar a sangre fría a 15 personas. Número de asesinatos que
se equiparan a los que cometió el Caníbal de Milwaukee.