El demonio de Turín
Giancarlo Giudice torturó y asesinó a nueve
prostitutas italianas, incluyendo a su tía.
La prostitución es una de las profesiones más
peligrosas. Varias ciudades importantes de todo el mundo han tenido que
tratar con asesinos en serie que atacan a las mujeres que exhiben sus
encantos en las calles. Ciertamente, son las más vulnerables de todas
las víctimas de asesinatos.
Viajemos a Turín, Italia, donde un asesino en serie
causó estragos entre las prostitutas de la ciudad. La primera víctima
fue Annunziata Paffunda, de 48 años, quien fue encontrada muerta en un
auto quemado. Había sido atada con un cable eléctrico. Una autopsia
indicó que había sido azotada y torturada antes de colocarla en el
vehículo, el cual fue entonces encendido. Horrible como fue el
asesinato, no había nada que lo conectara con ningún otro crimen. El
homicidio no resuelto de la Paffunda no fue exactamente ignorado, pero
el asesinato de una prostituta en una gran ciudad no está en las
noticias por mucho tiempo.
El 10 de marzo de 1985, 11 meses después de la muerte
de Paffunda, el cuerpo de Addolorata Benvenuto, una prostituta de 47
años, fue encontrado en la ribera del río Po. Sus manos habían sido
atadas con cable eléctrico y había sido baleada en la cabeza con una
pistola de nueve milímetros. Igual que la primera víctima Addolorata
había mantenido relaciones sexuales poco antes de morir. Ella también
había sido azotada y torturada.
La policía inmediatamente conectó los asesinatos de
las dos bien conocidas prostitutas. Se dieron cuenta de que tenían un
asesino suelto que parecía preferir mujeres de más edad. Le tomó sólo
ocho días al asesino atacar de nuevo. El 18 de marzo, Giovanna Bicchi
fue sacada del río Po. El revelador cable eléctrico estaba crudamente
atado alrededor de sus muñecas. Esta vez el asesino había estrangulado a
su víctima.
Giovanna, de 64 años, había estado caminando las
calles por más de cuatro décadas. Se rumoreaba que continuaba vendiendo
su cuerpo para financiar la adicción a las drogas de su hijo. A causa de
su edad, sus clientes eran pocos y espaciados. Como resultado, el tiempo
que pasaba en la calle era mayor que el de sus colegas. Seguramente,
alguien debía haberla visto con un cliente. Montones de muchachas fueron
interrogadas. Todas estaban más que gustosas de ayudar de cualquier modo
que pudieran para sacar al asesino de las calles. Varias informaron
haber visto a Giovanna en compañía de un hombre bajo, de unos 30 años,
que usaba una prolija barba.
El ahora apodado Demonio de Turín, el asesino de
prostitutas, recibió amplia publicidad. Pasaron meses sin ningún
incidente, llevando a los oficiales de la ley a asumir que el asesino
había dejado Turín. Estaban equivocados. Un año más tarde, atacó
nuevamente. El cuerpo de María Galfre, de 44 años, fue encontrado en un
canal. Había sido azotada, torturada y parcialmente quemada. Sus manos
habían sido atadas con cable eléctrico.
El 30 de abril de 1986, el cuerpo de María Corde, de
44 años, fue encontrado cerca de un río. Al igual que aquellas antes que
ella, vivía de la prostitución. Era madre de tres niños. La única pista
que tenía la policía era un informe de que María había sido vista en la
calle con un hombre bajo de barba no mucho antes de que su cuerpo fuera
encontrado.
María era la quinta víctima del asesino en serie. La
ciudad, más famosa por el Sudario de Turín, del que se decía que había
cubierto el cuerpo de Jesucristo, tenía ahora otro misterio en sus
manos. ¿Quién era el Demonio de Turín y cómo podía ser detenido?
Los asesinatos continuaron. El 22 de mayo, menos de
un mes después de que María Corde fuera asesinada, Clelia Mollo, de 55
años, fue violada y torturada antes de ser estrangulada hasta morir. Las
circunstancias de la muerte de Clelia fueron de algún modo diferentes de
los crímenes anteriores. A causa de la sucesión de asesinatos, tenía
miedo de entrar a un auto y había llevado a su cliente a su apartamento.
Fue allí donde se encontró su cuerpo. El sexto asesinato del homicida
quedó sin resolver. Habían pasado dos años desde el primer asesinato.
Habría otro más.
El 29 de junio, María Paoli, de 47, fue tirada de un
auto cerca de un puente sobre el río Po. A casa del tránsito que cruzaba
el puente, la policía fue alertada inmediatamente. A los 15 minutos
habían acordonado la zona y establecido el bloqueo de los caminos.
Alrededor de la medianoche, los oficiales
rutinariamente detuvieron a un Fiat marrón conducido por un hombre de
barba. Su licencia de conductor, propiedad e identificación estaban
todas en orden. Displicentemente, uno de los policías preguntó qué era
lo que el conductor, Giancarlo Giudice, estaba haciendo en esa zona en
mitad de la noche. Giancarlo replicó sin dudar: "Buscando una muchacha."
Siguió explicando que era un conductor de camiones soltero y prefería
las prostitutas a las mujeres serias, pero que no había tenido suerte
esa noche.
"Son todas demasiado viejas y feas," dijo. Mientras
estaban en conversación con el hombre detenido, uno de los oficiales
notó un periódico doblado en el asiento de atrás del Fiat. Abrió la
puerta y recogió el diario. Sobre el asiento había una pistola negra de
nueve milímetros.
Giancarlo fue llevado rápidamente a los cuarteles de
la policía, donde afirmó que había encontrado el arma en un tacho de
basura la Navidad anterior. La policía pasó por momentos difíciles para
refutar esta historia. ¿Por qué un hombre que sabía que era uno de los
hombres más buscados en Italia dejaba su arma sobre el asiento trasero
de su auto?
Giancarlo no tenía prontuario policial. Sus
empleadores de siete años lo elogiaron profusamente como trabajador y
honesto. Había una cosa que Giancarlo no podía negar. El arma nueve
milímetros encontrada en su posesión resultó ser el arma que había
tomado la vida de Addolorata Benvenuto. Si había mentido acerca de haber
encontrado el arma, era ciertamente una fuerte evidencia.
Giancarlo tenía un sorprendente as en su manga. Una
de las víctimas, María Corde, era su tía. Era muy improbable que
lastimara y mucho menos violara, torturara y matara a su propia tía.
La relación familiar entre el acusado y la víctima no
convenció. Los investigadores se enteraron que a pesar de los lazos de
sangre que existían entre María y Giancarlo, su posición era más que
nada la de prostituta y cliente. Cuando se le preguntó acerca de la
relación, Giancarlo admitió que favorecía a la tiíta María porque ella
le hacía un descuento en sus servicios.
Después de pasar unos cuantos meses en la cárcel
aguardando el juicio, Giancarlo se debilitó e hizo una confesión plena.
Admitió los nueve asesinatos, revelando detalles que sólo el Demonio de
Turín podía saber.
El 26 de junio de 1987, Giancarlo Giudice fue
encontrado culpable de nueve cargos de asesinato. Fue sentenciado a
cadena perpetua. |