En
Agosto de 1996, la
sociedad italiana asistió aterrada a las declaraciones de Gianfranco
Stevanin, un agricultor de 35 años que confesó el asesinato de
cinco mujeres después de haber mantenido con ellas relaciones de
carácter sadomasoquista. Tras cometer todo tipo de tropelías sexuales
con las que serían sus víctimas, acababa con sus vidas y las troceaba o
decapitaba.
El
conocido como “monstruo de Terrazzo” fue detenido el 16 de
noviembre de 1994, después de que una prostituta austriaca consiguiera
huir del coche en el que éste la retenía. La mujer encontró, mientras
corría por la carretera, a una patrulla de carabineros y les relató el
suceso. Acto seguido, Gianfranco era detenido.
Los
agentes comenzaron una investigación y, fruto de ella, encontraron entre
el 3 de julio y el 1 de diciembre de 1995 los cuerpos de tres mujeres,
enterrados en los campos cercanos a Terrazzo, en la provincia de Verona
(norte de Italia).
Se
trataba de los cadáveres de una joven toxicómana, de una empleada del
hogar de origen yugoslavo y de una tercera que no pudo ser identificada,
puesto que apareció decapitada, si bien se sospecha que podría tratarse
de una prostituta extranjera.
Sin
embargo, los investigadores estaban convencidos de que la carrera
criminal de Gianfranco Stevanin no terminaba allí. En efecto, en el
transcurso de un interrogatorio realizado en la prisión en la que está
detenido, confesó dos muertes más. La primera sería una nueva
prostituta que habría sido decapitada y arrojada a un lago y de la
quinta se ignora que pudo ser de ella.
Lo
cierto es que el “monstruo de Terrazzo” declaró, a través de su abogado,
Cesare Dal Maso, que tan sólo era capaz de recordar como realizaba actos
sadomasoquistas con ellas. Después se las encontraba muertas en sus
brazos.
Sin
embargo los forenses han demostrado que dos de ellas fueron
estranguladas y una cuarta asfixiada con una bolsa de plástico. Aún hay
dudas sobre si la joven toxicómana murió de sobredosis.
Los
médicos aseguran que, pese a la epilepsia que padece, su mente se
encuentra perfectamente lúdica, por lo que se debe descartar que
realizara estos actos guiado por la locura.
Tras ser sometido a una pericia psiquiátrica, Stevanin es declarado
procesable dado que tiene capacidad para obrar y entender, es
inteligente (QI 114) y un hábil manipulador.
Sin embargo, para el perito de la defensa, los trastornos mentales de
Gianfranco Stevanin se deben a las lesiones que le produjo en la cabeza
un accidente de moto que a punto estuvo de costarle la vida.
Stevanin se presenta en su juicio con la cabeza rapada para mostrar de
forma evidente la gran cicatriz de la operación sufrida tras el
accidente. Pese a todo, el 28 de enero de 1998, Gianfranco Stevanin es
condenado a cadena perpetua, teniendo que pasar los tres primeros años
en total aislamiento.
Sin embargo, al año siguiente la Corte de Apelaciones absolvió a
Stevanin de los delitos de homicidio, al considerar que carecía de
capacidad para entender la gravedad de sus actos, y le condena a 10 años
y 6 meses por ocultación y profanación de cadáveres.